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martes, 20 de noviembre de 2012

Fobia

Creativo 1 para Géneros Periodísticos III



Feo por fuera, feo por dentro

Voy caminado por el supermercado: pasillo de pastas, de cereales, de dulces. Sigo andando, pues busco el sitio en donde ponen las galletas y aún está lejos.

Ya ansío encontrar aquellas deliciosas golosinas en forma de osito, con sabor a miel que tanto me gustan y  de las cuales, el hombre que me acompaña, me hizo adicta.

Llegamos y comienzo a buscar entre tantas marcas aquella cajita amarilla y pequeña con unos teddys dibujados al frente, pero no la encuentro y me doy por vencida.

De pronto, al dar la vuelta en el pasillo de la leche las veo. Ahí están, apiladas en un estante de exhibición. Decido ir por ellas a paso veloz pero no me doy cuenta de la horrible cosa que se interponía en mi camino.
Sin avisar, y de la nada, salta una botarga de vaca y comienza a bailar de una forma muy tosca, salvaje...de miedo. Es como si se convulsionara tipo  Doctor Simi.

En seguida me paralizo, siento escalofríos en todo el cuerpo, la espalda se vuelve una loza de concreto y por un instante, no sé que hacer. Una vez que mi mente reacciona corro lejos  y con una risa de nervios volteo para verificar que esa cosa no me persigue como aquella vez en que todo empezó.

Tener miedo es normal, todos lo experimentan. Sin embargo, los humanos pueden temerle a lo que observan diariamente. Las fobias no respetan nada, simplemente te hipnotizan y manipulan. Te hacen sufrir.
La mía comenzó en unas vacaciones de abril de hace casi seis años cuando, en una salida de amigos, decidimos ir a Six Flags. Era un día soleado, como suelen serlo en ese mes. Entramos al lugar y enseguida subimos la rapa del Río salvaje para luego encontrarnos con las ya famosas botargas de los Looney Tunes.

Mis amigos decidieron tomarse la foto del recuerdo, yo no. Era el personaje de Sam Bigotes quien, a fuerza, quería la foto y me estiraba el brazo pero no cedí.

Al seguir nuestro camino, comenzó a perseguirme. Corrí y corrió torpemente tras de mí hasta llegar al juego de la Medusa. Me escondí en la tienda de recuerdos y cuando se fue supe que nada volvería a ser igual.
Desde entonces, cada vez que se acerca a mí una botarga, un miedo inexplicable invade mi cuerpo. No puedo evitar paralizarme un instante para después  correr como loca... y es que nunca sabes quien está dentro.

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